Literartuber 2021 relatos: 1, 2 y 3

Literartuber 2021

Relatos 1, 2 y 3








#LITERARTOBERCuervo

Vigilante

Desde pequeña nunca fue de mi agrado venir al cementerio. Me daba miedo y no por aquellos que ya habían fallecido. En casa siempre hablaban sin tabús y decían las cosas por su nombre.

Nunca me engañaron o quisieron minimizar las cosas. Así crecí y vi la muerte como algo muy natural, algo que no se puede evitar y es lo único seguro que todos tenemos en esta vida.

Venir aquí, me daba miedo, y no por las tumbas o quienes estaban ahí, era por algo más.

Solo con el simple hecho de ver alguno o escuchar su graznido sentía que algo en mi interior se alteraba, me ponía nerviosa y por muy fuerte cerraba mis ojos o tapara mis oídos, sabía que ahí estaba. Que me observaba fijamente cada uno de mis movimientos.

Cada vez que me rehusaba a venir, volvíamos a la plática de la muerte. Yo intentaba decirles que no era eso, sino que aquella ave negra me aterraba. Tal vez no me daba a entender y aunque ellos nunca me obligaban a hacer las cosas, terminaba cediendo y los acompañaba.

Han pasado muchos años desde la primera vez que vi un cuervo observándome, sabía que era irracional, imposible en realidad que fuera el mismo, pero esa mirada me decía lo contrario. 

Simplemente no podía ser que un cuervo viviera tanto tiempo.

Al principio solo fue en el cementerio, después lo veía afuera del colegio, de la casa, incluso en la entrada de la iglesia donde me casé, y la última vez cuando le di el último adiós a mi marido.

A pesar de los años, seguía temiéndole cada vez que lo veía.

Esa noche hacía calor, le pedí a mi nieta que dejara un poco abierta la ventana para que refrescara la habitación, cuando me fue a dar el beso de buenas noches, intenté dormir pero no lograba conciliar el sueño.

La casa estaba en silencio y sin abrir los ojos, supe que estaba a mis pies. Me había sentido mal las últimas semanas, pero creí que tenía más tiempo.












#LITERARTOBEREscritor

Inspiración

Tap, tap, tap

Sus dedos se mueven con gran velocidad dando en las teclas correctas sin equivocarse en ningún momento.

Terminada la hoja la saca de la máquina de escribir, da una lectura rápida, frunce el ceño, la hace bolita y la lanza sobre su hombro.

Detrás de él se encuentra una gran pila de papel arrugado.

—¡Es hora de dormir!

Como si no hubiera escuchado la voz, él continuó con su labor, como si se le fuera la vida en ello.

Tap, tap, tap.

Comenzaba a amanecer, había poca luz en la habitación, pero el cantar de los pájaros indican la salida del sol.

—¿Cuánto tiempo lleva así?

—Solo se detiene cuando lo sedamos y aprovechamos para ponerle una vía.

—¿Qué se supone que hace con sus dedos?

—Es... era un escritor, pero después de recibir una mala crítica le dio una crisis y su familia lo internó aquí hace más de un año.












#LITERARTOBERNoche


Por Amor

Ding Dong Ding Dong...

Las campanadas de la medianoche comienzan a sonar y me pongo cada vez más nervioso.

La fecha pactada ha llegado.

Estaba en un apuro y como muchos pueden rezar alguna plegaria, yo decidí invocarlo. En realidad no creí que funcionara o si existiera.

Por el amor de mi vida era capaz de hacer cualquier cosa, incluso ofrecer la mía a cambio de la suya. No me arrepentía y nunca lo haría, pero estúpidamente en mi desesperación ni siquiera supe lo que estaba firmando, lo único que me interesaba era que ella estuviera sana y que todo el dolor que sentía desapareciera.

Era devastador verla sufrir de esa manera. Hice todo lo que estaba en mis manos para que estos doce meses fueran los mejores de nuestras vidas. Derroche lo que no tenía, nos dimos todos los lujos posibles... Mi justificación era que había que celebrar que su enfermedad había remitido y estaba curada.

Conforme fue llegando la fecha, me dolía tener que abandonarla, busqué mil maneras de ver qué hacer para no lastimarla más, que no llorara por mi y pudiera continuar con su vida en algún momento.

Después de una cita perfecta, y dejarla frente a su edificio, dije demasiadas cosas que no sentía, terminé con ella diciéndole que ya no podía con ese teatro, que quise compensarla por todo lo que hice cuando estaba hospitalizada, que había otra y jamás me volvería a ver.

Llorando me rogó que le dijera que era una mentira, que estaba bromeando y antes de maldecirme, me soltó una bofetada, y supe que era el final, no me perdonaría nunca.

—¿Listo?

—¿Va a dolerme?

—Mucho.

—¿Cómo será?

—Vendré por ti en 10948 días.

—¿Cómo?

—Almas, tengo de sobra. Esas nunca faltan. Tu infierno será aquí mismo, lejos de ella y con una deuda que ni en dos vidas podrás pagar. Y no, eso que estás pensando ni se te ocurra, también tengo mis tratos y hasta cumplidos los días, no podrás morir por muchos intentos que hagas.








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